Por primera vez desde que Tullianos existe, un grupo de socios tenía la posibilidad de asistir a una prueba de sonido de Jethro Tull. Y la verdad es que la experiencia no nos defraudó.
A eso de las 17:10h, James Anderson nos acompañó hasta la platea del Shepherds Bush, donde la banda ya estaba realizando la prueba de sonido.
El poder estar solos en el teatro y tener a los músicos "tocando sólo para nosotros" a escasos metros nos acomplejó de tal manera que no nos atrevíamos ni a comentar nada entre nosotros. Yo creo que no osábamos ni toser, no fuera a ser que Mr. Anderson se cabreara. Cuando finalizaban alguno de los temas que tocaban enteros (fueron tres), nos mirábamos preguntándonos en silencio: ¿tenemos que aplaudir?. Evidentemente, no fuimos capaces de hacerlo...
La verdad es que los cincuenta minutos que estuvimos en la prueba de sonido fueron una pasada. Yo tenía la impresión de estar en el sofá del comedor de casa y que Anderson y Cía. estuvieran tocando para mí...
Además, la prueba de sonido nos sirvió para comprobar lo perfeccionista y quisquilloso que llega a ser Anderson... No paró de subir y bajar del escenario, ahora comprobando los altavoces de la derecha, ahora yendo hasta los de la izquierda...
En una de esas veces que bajó del escenario, quiso volver a subir a él sin utilizar ningún soporte... Se quedó encallado, tambaleando hacía delante y hacia atrás... ¡A que se cae!, pensé yo... Y a mí, e imagino que al resto de Tullianos, me pasó por la cabeza levantarme de una salto y darle un empujoncito en el culo...
No hace falta que os diga que aquella hora escasa que tuvimos la suerte de vivir fue un auténtico regalo y que se nos hizo corta... Para no faltar a la costumbre, echamos en falta un pequeño saludo por parte de Anderson... Pero eso ya era demasiado...
A eso de las 17:10h, James Anderson nos acompañó hasta la platea del Shepherds Bush, donde la banda ya estaba realizando la prueba de sonido.
El poder estar solos en el teatro y tener a los músicos "tocando sólo para nosotros" a escasos metros nos acomplejó de tal manera que no nos atrevíamos ni a comentar nada entre nosotros. Yo creo que no osábamos ni toser, no fuera a ser que Mr. Anderson se cabreara. Cuando finalizaban alguno de los temas que tocaban enteros (fueron tres), nos mirábamos preguntándonos en silencio: ¿tenemos que aplaudir?. Evidentemente, no fuimos capaces de hacerlo...
La verdad es que los cincuenta minutos que estuvimos en la prueba de sonido fueron una pasada. Yo tenía la impresión de estar en el sofá del comedor de casa y que Anderson y Cía. estuvieran tocando para mí...
Además, la prueba de sonido nos sirvió para comprobar lo perfeccionista y quisquilloso que llega a ser Anderson... No paró de subir y bajar del escenario, ahora comprobando los altavoces de la derecha, ahora yendo hasta los de la izquierda...
En una de esas veces que bajó del escenario, quiso volver a subir a él sin utilizar ningún soporte... Se quedó encallado, tambaleando hacía delante y hacia atrás... ¡A que se cae!, pensé yo... Y a mí, e imagino que al resto de Tullianos, me pasó por la cabeza levantarme de una salto y darle un empujoncito en el culo...
No hace falta que os diga que aquella hora escasa que tuvimos la suerte de vivir fue un auténtico regalo y que se nos hizo corta... Para no faltar a la costumbre, echamos en falta un pequeño saludo por parte de Anderson... Pero eso ya era demasiado...